Para ser popular en secundaria no es necesario ser nada especial. De hecho, es al revés: mientras más normal mejor, pues entonces te mimetizas con el medio y medras...
Por eso ahora escribo esto, porque hasta el final no pude comprender que cada vez que diseñaba un plan para ser popular, me hundía más y más en el abismo de los rechazados. Debí hacer caso... no, en realidad siempre supe que mantener la naturalidad era la mejor manera, que nadie quiere moneda falsa y además resultaba doloroso.
Lo primero que intenté fue salir con ellos. Mucho que me costó abrir la boca para pegarme en una fiesta, sabiendo que me mirarían raro pero que no dirían que no. Al menos no la primera vez. ... no quiero recordarlo. Compré hasta ropa. En la fiesta apenas podía hablar con nadie, los grupos parecían formarse por arte de magia y nunca estaba en ellos. Y cuando iba hablaban cosas de las que no sabía en absoluto... la amiga de fulana, el novio de sutana; ¡y todos hablaban con tanta seguridad! Reír cuando todos ríen pero sin sentir nada, me dio la sensación de que todos se burlaban a escondidas de mí.
Dejé de intentarlo a la segunda, cuando alguien de poco tacto se atrevió a hacer un chiste a mi costa por estar en silencio cerca de la pared, con un vaso en la mano.
Mi segunda jugada fue fumar, escribir cosas en clase y hablar como si despreciara a todos. Me pareció que si no podía ir a los grupos normales, al menos podría llamar la atención de los artistas... aunque esa no es la palabra. Quería hacer algo que destacara, tal vez iniciar algún grupito por mi propia cuenta. Y aunque realmente no se me diera eso de escribir, y fumar estaba acabando con lo que dejara mi pasado asma infantil, pensaba... que después, cuando me conocieran, podría dejarlo todo y ser yo.
Ya pueden imaginar como fue. A nadie le importó un pimiento los borrones que hacía en clase; de hecho, creo que nadie supo jamás que intentaba escribir algo. Lo de fumar, si se comentó, yo no me enteré. ¡No tengo amigos, ¿cómo iba a enterarme de nada?! Tal vez con el tiempo alguien me hubiera pedido un cigarrillo... Pero todo acabó.
El delegado de curso pasó recogiendo unos trabajos, y como yo ya lo había entregado cuando pasó por mi lado guardé silencio. Pero en vez de seguir insistió, neceó buscando que le hablara, y le respondí con un “¡que no me jodas!” que en realidad no quería decir. ¡En serio, no era eso lo que deseaba! Si lo hice fue porque pensé que ser un poco antisocial me haría popular. No se lo merecía, aunque fuera un necio. Pero se cobró con creces... Era un popular, acostumbrado a mirar de frente, hablar duro y recibir apoyo de los suyos. Me acabó. Frente al curso entero me enterró viva, y no con palabras obscenas; eso tal vez me hubiera consolado. Decía palabras como estúpida, retrasada, pero en realidad fueron las menos. Me cantó mis verdades, lo idiota que me veía creyéndome gótica, lo miserable que era reprobando los exámenes (que lo estaba haciendo por fingir apatía), que era sicópata por no entender a los demás y una egoísta por creer que era la única que sufría. Que necesitaba un sicólogo para...
Hasta la hora de salida estuve petrificada. Mentalmente gritaba mil justificaciones, sobre todo confirmándome que yo era buena, que otros muchos habían hablado peor, usado insultos mil veces más vulgares y nadie les decía nada. Que aquella era una puta y nadie se lo decía en el curso, que aquel destrozó un gavetero por el puro placer de hacerlo y nadie lo acusó a los profesores... Al menos pude llegar a casa, a mi cama, cerrar la puerta las ventanas y llorar y llorar hasta perder la conciencia..., hasta levantarme al día siguiente.
Escuché que aquel muchacho, al que mis ojos esquivaron hasta el viernes, estaba arrepentido. Gente en los pasillos lo decía, de otro curso, un año menor. Gente que no me conoce, que son las únicas que me apetecen ahora. Decían que había discutido con su grupo popular aunque sin terminar con ellos, solo de puro triste. No sabían bien lo que había sucedido.
Hoy haré el último movimiento.
Si está solo mejor, pero aunque sea frente al curso le pediré perdón. Por mi frase estúpida. Le diré además que tenía razón, que lo de ser gótica era pura facha. Que me estaba enfocando solo en mí y que estaba siendo egoísta, pues mucha gente se muere de hambre en África mientras yo me quejo porque me piden la tarea. Le daría las gracias.
Y ese será el último, pues a 50 minutos, en autobús... podías llegar a la playa. Mucho antes de llegar a ella hay unos acantilados preciosos que visité una vez. Muchos cocoteros. Soy una persona decidida.
La única duda que tengo, es no saber lo que responderá. Como quiero ser sincera en mis disculpas debo mirarlo a los ojos pero temo... que él vea más allá en mi interior. Porque soy una egoísta y tal vez mis ojos sean especiales y se puedan leer... O tal vez solo estoy soñando despierta, como sicópata. Apuesto algo a que solo dice “ah, ok, no hay problema, yo también me disculpo, etc., chao”.
Mi último movimiento será un fracaso también. Apuesto.