Este cuento corto, en realidad formaba parte un un relato mayor, de la revista en línea ¡No lo leas! Era un especial donde cada autor debía... fingir que la revista se partía y cada quien hacía tienda aparte. En su nueva minirevista creada, debía hablar mal o similar de las obras de los otros, y además, agregarle un relato que justificara la minirevista. Ese número fue enorme...
Bueno, pero como la primera parte de ese escrito no tendría mucho sentido para quien no leyera alguno de los números anteriores, por ahora decidí no agregarlo, y en vez de eso rescatar aquel relato del final y hacerle su rancho aparte, pues porque sí... ¡Ah!, y la imagen nada que ver, solo es ilustrativa. El Tablero de Cronos no tiene quien le dibuje.
* * *
Hermana, hermanita, la bruja marquesa y el príncipe
Pequeño cuento para tontear y ser popular
La protagonista aterrizó en su dragón, pero se mantuvo sentada en el lomo mientras miraba la gente que salía a recibirle desde el castillo. Era una chica de 16 o 17 años que vestía muy decentemente en el torso y sus brazos, pero usaba una falda cortísima de color crema que enseñaba sus bien torneadas piernas, apenas un poco quemadas por el sol. Iba descalza y con su pelo negro, larguísimo, atado cerca de la nuca al estilo cola de caballo.
Sobrina de la reina, había sido enviada a Leira para practicar el noble arte de volar dragones; así que no era su culpa estar escandalizando al cura, que para montarse en la silla no podía llevar faldón y una mujer decente no lleva pantalones.
--¡Poly!, ¡Poly! –salió una hermana suya, tres años menor, que quiso descuidadamente subirse al dragón.
--Basta ya, Gwendolin. Te he dicho que me llames por mi nombre completo.
--¡Poly Ester suena aburrido! Bájate de ahí, vamos con mamá…
Y entraron como dos chicas nobles bien educadas, sin mirar a los siervos de la gleba que perdían el tiempo por ahí, y menos a los chiquillos que se agachaban sin ninguna vergüenza tratando de ver un poco más arriba del límite de su cómoda falda.
--¡Villana! –gritó enojada la hermanita a una sirvienta mayor-, ¿qué espera para traer calzado a mi hermana?
--No seas tan dura, Gwendolin –intentó calmarla nuestra prota.
--¡Nada de eso! Ahora eres una “Doncella de Dragones”, mereces respeto. Además el príncipe no te tomará en serio si tú no te tomas en serio.
--Wen no ha venido a verme… ¿dónde está?
--Temo decirte nada Poly… -bajó la mirada.
--¡Poly Ester! ¿Sucedió algo en mi ausencia?
--Llegó una intrusa. Wen solo tiene ojos para ella, no juega conmigo. ¡Hermana, esfuérzate!
Así caminando llegaron a un salón secundario que daba a los jardines. Siempre había sido uno de sus lugares preferidos, pero ahora estaba ocupado por el príncipe y su nueva pareja.
--¡Ester, has vuelto!
--Príncipe Wenceslao…
--¡Ah! ¿Con que esta es tu nueva guerrera –hablaba la intrusa– de la que me hablaste hace mucho?
--Ella es. Me parece también que ha olvidado vestirse antes de pasearse por el castillo –la miró de arriba abajo, mirando de una forma que hizo sonrojarse a la pequeña Gwendolin.
--Lamento perturbar tus castos ojos, Wen. Es solo que oí que tenía visitas de mi edad y quería conocerla antes de elegir mi nueva habitación.
--Soy Morgana, nueva marquesa de Lesbichana.
--Las estudiantes de Leira iban mucho a Lesbichana en sus días libres. No tuve el placer.
--Claro. Usted se dedicaba a otros placeres, ¡jojojo! –rió ocultando ligeramente el rostro con la palma de su mano–. Querido Wen, me dijiste que esta dama era una peleona, grosera, consentida y sin glamour. Creo que has exagerado un poco.
El príncipe se rascó la cabeza un poco preocupado.
--El prín-ci-pe –mordía Poly las palabras–, parece haber dicho muchas cosas de mí. Durante la cena me contará exacta…
--¡Jojojo! –rió en ese tono burlón que sin ser falso lo parecía–. Ahora entiendo porqué la eligieron a usted: para disparar el arco hay que ser muy… discreta de busto –cruzó los brazos y mostró su amplísimo escote, bien erguido gracias al corsé.
¿Qué podía contestar Poly Ester a eso? Y Gwendolin tampoco, que había salido a su hermana en ese aspecto. Odiaba terriblemente a la “intrusa”.
--Pues… al menos no soy como muchas que conocí en la academia, que debajo de grandes ropajes tenían piernas de hombre, que nunca habían conocido los afeites usuales entre la nobleza real.
--En Lesbichana se lleva el ritmo de la moda y yo me llevo de maravillas con la moda. Pregúntale al bueno del príncipe sobre mis piernas, que las ha visto ya.
Las dos hermanas se quedaron de piedra. Gwendolin le perdonaba cualquier cosa al príncipe a cambio de una palmada cariñosa o palabras tiernas, pero aquello… era demasiado. Y en cuanto a la Doncella de Dragones, jamás hubiera imaginado que el príncipe debilucho y amante de ver los astros pudiera cambiar tanto.
--Estaban tan bien cuidadas como el resto de tu persona, Morgana. Fue una suerte que mi padre y yo estuviéramos en el río cuando te tiró el caballo desde el puente.
--Siempre les estaré agradecida. Por eso me casaré con tu padre.
--¡AHHH! –exclamaron las hermanas a la vez.
--Lo que lamentaré mucho. Una estudiante de hechicería es buena compañía al momento de analizar las estrellas.
--No te preocupes, joven mozo. Tu padre anda en continuas guerras y me aburriré estando sola. Estoy segura que podremos estudiar muchas cosas en las largas noches de invierno… ¡jojojojo!
Y sin despedirse, dio la vuelta y se alejó hacia una escalera de piedra. El príncipe les hizo una reverencia a las hermanas, dudó, volvió a dudar como si se levantara de un sueño… y terminó caminando azorado al interior del castillo.
Poly Ester y la pequeña Gwendolin se miraron preocupadas. Ya en Leira había oído la Doncella hablar de las hechiceras y sus aguas de amor. ¿Sería tarde para salvar todo el hogar que conocía?
Bueno, pero como la primera parte de ese escrito no tendría mucho sentido para quien no leyera alguno de los números anteriores, por ahora decidí no agregarlo, y en vez de eso rescatar aquel relato del final y hacerle su rancho aparte, pues porque sí... ¡Ah!, y la imagen nada que ver, solo es ilustrativa. El Tablero de Cronos no tiene quien le dibuje.
* * *
Hermana, hermanita, la bruja marquesa y el príncipe
Pequeño cuento para tontear y ser popular
La protagonista aterrizó en su dragón, pero se mantuvo sentada en el lomo mientras miraba la gente que salía a recibirle desde el castillo. Era una chica de 16 o 17 años que vestía muy decentemente en el torso y sus brazos, pero usaba una falda cortísima de color crema que enseñaba sus bien torneadas piernas, apenas un poco quemadas por el sol. Iba descalza y con su pelo negro, larguísimo, atado cerca de la nuca al estilo cola de caballo.
Sobrina de la reina, había sido enviada a Leira para practicar el noble arte de volar dragones; así que no era su culpa estar escandalizando al cura, que para montarse en la silla no podía llevar faldón y una mujer decente no lleva pantalones.
--¡Poly!, ¡Poly! –salió una hermana suya, tres años menor, que quiso descuidadamente subirse al dragón.
--Basta ya, Gwendolin. Te he dicho que me llames por mi nombre completo.
--¡Poly Ester suena aburrido! Bájate de ahí, vamos con mamá…
Y entraron como dos chicas nobles bien educadas, sin mirar a los siervos de la gleba que perdían el tiempo por ahí, y menos a los chiquillos que se agachaban sin ninguna vergüenza tratando de ver un poco más arriba del límite de su cómoda falda.
--¡Villana! –gritó enojada la hermanita a una sirvienta mayor-, ¿qué espera para traer calzado a mi hermana?
--No seas tan dura, Gwendolin –intentó calmarla nuestra prota.
--¡Nada de eso! Ahora eres una “Doncella de Dragones”, mereces respeto. Además el príncipe no te tomará en serio si tú no te tomas en serio.
--Wen no ha venido a verme… ¿dónde está?
--Temo decirte nada Poly… -bajó la mirada.
--¡Poly Ester! ¿Sucedió algo en mi ausencia?
--Llegó una intrusa. Wen solo tiene ojos para ella, no juega conmigo. ¡Hermana, esfuérzate!
Así caminando llegaron a un salón secundario que daba a los jardines. Siempre había sido uno de sus lugares preferidos, pero ahora estaba ocupado por el príncipe y su nueva pareja.
--¡Ester, has vuelto!
--Príncipe Wenceslao…
--¡Ah! ¿Con que esta es tu nueva guerrera –hablaba la intrusa– de la que me hablaste hace mucho?
--Ella es. Me parece también que ha olvidado vestirse antes de pasearse por el castillo –la miró de arriba abajo, mirando de una forma que hizo sonrojarse a la pequeña Gwendolin.
--Lamento perturbar tus castos ojos, Wen. Es solo que oí que tenía visitas de mi edad y quería conocerla antes de elegir mi nueva habitación.
--Soy Morgana, nueva marquesa de Lesbichana.
--Las estudiantes de Leira iban mucho a Lesbichana en sus días libres. No tuve el placer.
--Claro. Usted se dedicaba a otros placeres, ¡jojojo! –rió ocultando ligeramente el rostro con la palma de su mano–. Querido Wen, me dijiste que esta dama era una peleona, grosera, consentida y sin glamour. Creo que has exagerado un poco.
El príncipe se rascó la cabeza un poco preocupado.
--El prín-ci-pe –mordía Poly las palabras–, parece haber dicho muchas cosas de mí. Durante la cena me contará exacta…
--¡Jojojo! –rió en ese tono burlón que sin ser falso lo parecía–. Ahora entiendo porqué la eligieron a usted: para disparar el arco hay que ser muy… discreta de busto –cruzó los brazos y mostró su amplísimo escote, bien erguido gracias al corsé.
¿Qué podía contestar Poly Ester a eso? Y Gwendolin tampoco, que había salido a su hermana en ese aspecto. Odiaba terriblemente a la “intrusa”.
--Pues… al menos no soy como muchas que conocí en la academia, que debajo de grandes ropajes tenían piernas de hombre, que nunca habían conocido los afeites usuales entre la nobleza real.
--En Lesbichana se lleva el ritmo de la moda y yo me llevo de maravillas con la moda. Pregúntale al bueno del príncipe sobre mis piernas, que las ha visto ya.
Las dos hermanas se quedaron de piedra. Gwendolin le perdonaba cualquier cosa al príncipe a cambio de una palmada cariñosa o palabras tiernas, pero aquello… era demasiado. Y en cuanto a la Doncella de Dragones, jamás hubiera imaginado que el príncipe debilucho y amante de ver los astros pudiera cambiar tanto.
--Estaban tan bien cuidadas como el resto de tu persona, Morgana. Fue una suerte que mi padre y yo estuviéramos en el río cuando te tiró el caballo desde el puente.
--Siempre les estaré agradecida. Por eso me casaré con tu padre.
--¡AHHH! –exclamaron las hermanas a la vez.
--Lo que lamentaré mucho. Una estudiante de hechicería es buena compañía al momento de analizar las estrellas.
--No te preocupes, joven mozo. Tu padre anda en continuas guerras y me aburriré estando sola. Estoy segura que podremos estudiar muchas cosas en las largas noches de invierno… ¡jojojojo!
Y sin despedirse, dio la vuelta y se alejó hacia una escalera de piedra. El príncipe les hizo una reverencia a las hermanas, dudó, volvió a dudar como si se levantara de un sueño… y terminó caminando azorado al interior del castillo.
Poly Ester y la pequeña Gwendolin se miraron preocupadas. Ya en Leira había oído la Doncella hablar de las hechiceras y sus aguas de amor. ¿Sería tarde para salvar todo el hogar que conocía?