Aunque las fantasías sobre magia no hacen daño, al autor le amosca un poco que se abuse con el tema y la gente abandone el realismo. Como si el ser humano no fuera suficiente material para hacer cosas interesantísimas. Dicho eso, también escribo fantasía y ciencia ficción, a la que trato de darle un toque realista. Con lo que la cosa se vuelve cuestión de grados y cada lector decidirá...
Pero no es igual. Y como la magia moderna no puede ser de princesas sino de gente, acá está este cuento de hace unos años. Ah, también aviso que la imagen no tiene que ver con el relato, solo es ilustrativa de que una bruja moderna vestirá normal.
La magia como elemento del crimen moderno
“Aunque la discriminación entre las distintas variedades humanas es totalmente diferente a lo que era, digamos, hace un siglo, todavía hay ciertos resquemores y dudas con respecto a los trabajos que debería realizar un individuo que pueda usar magia de manera práctica. De estas reticencias absurdas, una de las más expandidas es que el usuario de la magia (o de forma más técnica, con afinidad a la materia y energía oscuras) es un individuo más peligroso y propenso al crimen que un ser humano que no tenga esa capacidad, a quien creen más desvalido. Como todos en el cuerpo de policía deben saber, eso es absolutamente falso; las estadísticas no muestran diferencia significativa entre ellos, y por el contrario, se mantiene la diferencia por causas de género.
Sin embargo, el hecho es que EXISTEN los crímenes donde las artes mágicas tienen que ver, y por eso cada departamento de policía de cualquier sitio civilizado tiene su sección de investigaciones mágicas, junto a la sección de policía científica. Ustedes, personas de ambos sexos, acaban de salir de la academia de policía y deben elegir a cual departamento quieren aplicar; es su decisión. Pero últimamente hemos tenido algunas dificultades, malos entendidos con los que aplican a la sección mágica. Muy entendible… la palabra es romántica: ¡magia! Por eso hemos decidido dar esta pequeña charla y que sea uno de nuestros detectives quien la dé, que explique de manera práctica, con experiencia, aquello que tal vez ha resultado muy teórico en la academia.
No se preocupen, que no habrá ningún otro examen. Los requisitos se mantienen para cada sección, donde no hay discriminación entre magos y no magos; la mayoría de miembros en la sección de magia son “no magos”, aunque obviamente se da cierta prioridad a los usuarios. Ahora me retiro, pero nos volveremos a ver en sus respectivas secciones. O al menos, como Jefe de Policía, eso espero. Sin más dilación les paso a su oradora, la detective mágica Elízabeth Álvarez”.
El Jefe, un hombre que pasaba los 50 pero aun bastante en forma, abandonó la tarima para sentarse en primera fila. Originalmente, después de este discurso debía irse para cumplir con su apretada agenda, pero había cambiado de opinión cuando le presentaron a la oradora. No la conocía ni era él machista, solo que… cuando se la presentaron no le inspiró mucha confianza. No le pareció que hubieran muchas luces en aquella cabeza, aunque por supuesto no dijo nada; el director de la sección la había recomendado y fue aceptada. Y ahora tenía curiosidad.
Después de los aplausos habituales se hizo el silencio y una mujer entró por una puerta a la izquierda. Era bastante joven, no debía alcanzar aun la treintena. Caminaba derecha, mirando al frente con una pequeña sonrisa. Llevaba un papel algo arrugado en una mano. No se veía completamente natural, pero al menos hacía el esfuerzo por dar presencia, por presentar un aire de entendida. Lo malo es que exageró, y por mirar al frente se tropezó en el último escalón. No se cayó, pero al manotear rompió su hoja. La mujer cerró un poco los ojos, miró al público y sonrió. El Jefe de Policía tuvo el presentimiento de que aquello sería un fracaso; y por los murmullos que se oían entre el público, era seguro que otros pensaban similar.
Se acomodó la mujer en la tarima y se puso a mirar detenidamente al público, que le respondió con la misma moneda. Era de estatura media, de tez algo oscura, al parecer mestiza. Los ojos eran negros y su rostro… simple. No llamaba demasiado la atención. Físicamente también era bastante normalita, nada que ver con las detectives “mujer fatal” que popularizan en la tv; tal vez pudiera verse algo mejor si llevara la ropa adecuada, que la que traía puesta parecía la del trabajo y disfrazaba bastante cualquier curva importante: una camisa ligera color violeta, cubierta por una gabardina que más parecía bata de laboratorio, de color crema claro; más abajo tenía falda corta pero no demasiado, unas botas delicadas de caña alta, pero no demasiado, y no llevaba medias. O mejor dicho sí, pero de las cortitas que no se veían. Destacaba por no destacar, físicamente hablando.
—¡Buenos días! –se alejó un poco del micrófono–. Como se les ha informado, yo seré quien haga la introducción para la sección mágica, y la verdad espero conseguir personas agradables –les sonrió como si acabara de hacer un chiste–. Mi nombre es… –acercó su pulsera a un carnet que
traía colgado al pecho y de ambos elementos se levantaron unos hologramas: de la pulsera una especie de diagrama o dibujo que servía de sello, elaborado por ella misma, y del carnet un montón de datos entre los cuales estaba su nombre– … Elízabeth Álvarez, detective mágica colegiada, 27 años y solterísima.
Algunos se rieron, pero entre los que no rió estaba el Jefe de Policía.
—Las imágenes que acaban de ver, como algunos deben haber notado, estaban hechas por poderes mágicos. La información está grabada y con nuestra magia se activa. Con mi magia en este caso, únicamente. Pues bien –los miró seria–, ¡esa es la única magia que verán el 90% de los días!
Hubo un ligero murmullo y algunas sonrisas sardónicas. No tomaron su declaración muy en serio.
—No es que quiera desilusionar a ninguno, es solo que la verdad nos ahorrará decepciones. Alguno tal vez se imagine un gran hechicero criminal que vaya gritando: ¡Bola de fuego…!, ¡llamarada…! –agitó los brazos en una imitación ridícula de las películas–. Pero la realidad es muy distinta. Estos tipos no durarían 15 minutos, el tiempo que tarde un policía de barrio en llegar a la escena. Entonces cuando grite “¡kamehameha!”, el poli gritará “¡balazo!”, y ahí terminarán sus días. La velocidad promedio de una bala de pistola ronda la del sonido, por lo que casi nunca se enterarán de qué fue lo que les pasó. A 30 metros de distancia no llegarán ni a alzar el brazo. De todos modos, un caso como este solo ocurre una vez al año y nosotros no participamos en su resolución; ¿para qué ir, si ya está resuelto el caso? Exactamente… no somos necesarios.
Empezó a captar el interés de los reclutas. Algunos aun la tenían por tonta, otros por exagerada, pero todos empezaron a darse cuenta que algo importante había en su exposición.
—Nuestro símil más adecuado es el de la policía científica… Nosotros también vamos después del crimen. Digamos que cuando todo falla, vamos nosotros. A investigar… no a hacer magia aplicada. Decidí, cuando me dijeron que debía hablarles, que lo mejor era usar un ejemplo real. Justo el mes pasado me tocó, junto a una compañera, un caso muy extraño donde el aspecto mágico estaba involucrado. Es muy curioso, así que espero no se aburran.
“Se recibió temprano en la mañana un aviso de parte del cuerpo de bomberos por un incendio en una casa de los suburbios. Un buen sector, de esos donde los hogares tienen patio bien podado. La casa era habitada por una pareja de esposos, hombre y mujer, donde el primero había sido visto huyendo de la escena por algunos vecinos; dentro, un cadáver completamente calcinado los esperaba. El fugitivo fue capturado antes de caer la tarde y la policía científica tuvo un perfil completo de los involucrados para esa noche. Tanto el hombre como la mujer eran conocidos usuario de magia… pero nosotros, los de la sección mágica, no fuimos llamados hasta dos días después. Y estuvo muy bien porque no éramos necesarios.
Sin embargo, la policía llegó a un pequeño punto muerto donde, para hacer las delicias del fiscal, necesitaban una afirmación nuestra. Yo fui asignada, junto a la oficial Victoria, para visitar la casa. Lo hicimos, y también se nos dio el sumario del caso. El asunto fue así: el interior del edificio había sufrido daños en el 80% de su estructura, casi toda de madera y empapelada. La causa del incendio se comprobó que era una fuga de gas, que podía ser… o no, debido a un pequeño corte detectado al inicio de la tubería que entraba a la casa. Pero ese corte, que parecía hecho con cuchillo o similar, tenía unas pequeñísimas posibilidades de ser producido por causas naturales. Por otro lado esa parte de la tubería aun no entraba a la casa, más bien daba al patio. Arriba había una ventana abierta, pero los del departamento de investigación llegaron a la conclusión de que era en extremo improbable que el gas entrara en cantidad suficiente por esa vía. A menos… ¡que un usuario de magia hubiera intervenido!”
Se detuvo un momento la detective Elízabeth. Dejó que el auditorio rumiara un poco sobre el tema, mientras ella intentaba leer algo en su papel estropeado. Siguió pronto:
—Realmente nunca estuve muy animada con esto de ser detective mágica. Al final de mi adolescencia descubrí que tenía verdadero talento para dormir mucho. ¡Es en serio, no tengo por qué mentir! Pero como era usuaria de magia, siempre pensé que acabaría haciendo algo relacionado, algo que me facilitara la vida. Por eso apliqué. Les estoy diciendo esto porque es importante. Quiero que pierdan la idea de que la magia es especial…
“Volviendo a nuestro caso: se descubrió que aquella pareja había tenido varias discusiones el último mes, que la mujer tenía un seguro de vida a favor de su esposo, que el susodicho estaba dentro de la casa al momento del incendio y no buscó ayuda. El hombre se declaró culpable. Parece un caso cerrado ¿verdad? Pero nuestro sistema de justicia exige (correctamente, según su servidora) que se pruebe la culpabilidad de la persona, porque aparece cada loco… Así que necesitaban, nos exigieron, que demostráramos que aquel tipo había usado magia para incendiar la casa, para matar a su esposa; muy cómodos que son los fiscales.
Nótese que hasta este punto, no hemos usado magia en ningún momento.
Dentro de la casa realizamos una segunda revisión, cosas que se podían pasar por alto a quien no sabe mirar. Aquella casa estaba llena de patrones mágicos diversos, como ocurre en cualquier casa de mago; también la región donde se produjo la fuga tenía grandes rastros de magia, pero todo fue desestimado. Nunca, ¡nunca!, deben tomar un patrón mágico como prueba o hecho de un delito: si bien cada persona tiene su patrón, estos pueden ser modificados por emociones, por estados físicos como cansancio, e incluso por voluntad propia si se es talentoso. Vale menos que una sesión en el polígrafo. Nada impide que a manera personal saque una alguna sospecha, pero no hay que dejarse llevar. De todos modos, en este caso tanto mi compañera y yo desechamos cualquier insinuación en base a los patrones mágicos. ¡Ni siquiera teníamos el patrón mágico del sospechoso, al que no habíamos visto aun!
El cuerpo de la víctima estaba totalmente calcinado, mucho más que la casa. El tronco completo eran puras cenizas y las extremidades carbones. Solo algo del cráneo permanecía. La policía estaba segura que tal combustión debía ser obra del poder mágico del sospechoso, pero un abogado inteligente siempre podía alegar que todo se debía al “efecto vela”, que tantas veces se usó para rebatir la real combustión espontánea humana. Nosotras no podíamos sacar ningún patrón mágico de aquellos restos y aunque pudiéramos, no serviría de prueba. Lo que sí descubrimos fue… un armario de ropa en el segundo piso, casi intacto, lleno de ropa de mujer. Muy curioso, cuando hasta la ropa del hombre había sido consumida”.
Hubo una pequeña interrupción. Una empleada había pedido permiso para llevarle un vaso de agua y un pequeño panecillo a la oradora, que se lo agradeció. Los nuevos reclutas aprovecharon también para estirarse un poco y hablar entre ellos, pero sin dejar sus asientos. La joven detective Elízabeth decidió que era un buen momento para algo más distendido.
—¡Y no vayan a creer que no sé usar magia, ¿eh?! Lo que pasa es que es tan inútil… Miren este vaso por ejemplo –lo sostenía en alto entre los dedos de su mano izquierda–, enfriaré el agua. Soy muy buena en eso, créanme.
Y tan buena que en dos segundos el agua estuvo completamente congelada.
—Enfrié mi agua, caballeros. Lamentablemente no puedo tomarla, tendría que esperar a que se descongele. Podría tomarme mi tiempo, concentrarme y producir hielo sin congelarlo todo, pero entonces me vale más que me traigan agua con dos cubitos de hielo y será más rápido y menos cansón. En mi casa tengo nevera para los helados.
No le pusieron demasiada atención, pero eso es lo que ella esperaba: creía que solo los verdaderamente interesados no le perderían de vista. Decidió hacer una demostración más: hizo aparecer una llama naranja, no muy grande, en la palma de su mano derecha. Dejó el vaso y tomó su
panecillo.
—Cuando tenía 12 y 13 años era tan genial hacer estas pequeñas cosas; una se creía la más poderosa de la clase, que los poderes eran súper geniales. Pero que va… no sirve ni para calentar mi merienda. Una intenta pero… ¡Hagamos la llama más grande! ¡Jojo! Ahora resulta que calienta, pero me quemo los dedos. Para tanto lío mejor ponerlo 40 segundos en el microondas, ¿cierto? –sonrió sin mirar al público.
Ya después de eso terminó el bocado y se paró firme, mirando lo más seriamente que pudo al auditorio, para conseguir de nuevo orden. Funcionó y continuó con su relato principal.
“Decidimos dar una vuelta por sus respectivos lugares de trabajo e interés. Hacer la ronda. No sacamos nada en claro, solo un pequeño dato: ambos habían descubierto un nuevo hobby y eran miembros del mismo grupo de teatro amateur. Por mero formulismo visitamos el lugar, que fue donde prácticamente se resolvió el crimen.
Estaban en ensayos cuando llegamos pero fueron amables y lo interrumpieron por nosotros. La pareja era echada muy en falta por amistad y profesión, que según decían eran de los mejores actores. Tenían un talento extraordinario para meterse en la piel del personaje casi literalmente, pues aparte del maquillaje, nos dijeron, usaban su magia para disfrazar su apariencia, algo muy útil y conocido por todos. No dejaban de alabar sus dones para el disfraz anatómico. Pero una de las practicantes nos dijo también, con algo de pena, que en las últimas semanas la mujer discutía mucho con el director de escena y también con su marido a causa de la asignación de papeles, que no era de su agrado. Al preguntarle al director este confirmó la versión, pero agregó que no creía que aquel hombre pudiera hacer daño a su mujer por aquel motivo: siempre cedía ante ella, teniendo que ponerse él duro para hacer respetar los papeles.
Sin embargo, por intuición o tal vez talento en el oficio, algo de aquello me tenía nerviosa y por quitarme esa molestia pedí que nos llevaran hasta el vestuario, para revisar la ropa que hubieran usado en los últimos ensayos. No se negaron y pronto Victoria y yo estuvimos revisando dos armarios diferentes, con sus respectivos nombres, por separado. Pero cuando le comenté que el traje de príncipe victoriano era ridículo, me contestó que más lo era el de mago militar. ¡Tardé un minuto en darme cuenta del extraño error de concordancia, antes de ir a preguntar…!”
—¿Y ustedes, ya se dieron cuenta? Y de nuevo les recuerdo que, hasta ese momento, no habíamos usado magia de ningún tipo. Ni podemos correr rápido, ni somos fuertes; que nuestros músculos y huesos se rompen como cualquier otro y cumplen con la ley de conservación de movimiento. Ninguna detective vuela tampoco, que la materia oscura no escapa a la fuerza gravitatoria.
“Volvimos a la comisaría y pedimos inmediatamente una entrevista con el culpable. Tuvimos que esperar al día siguiente, pero la cosa ya estaba prácticamente en nuestras manos. Nos trajeron a la persona y la sentaron delante de una mesita. Yo pedí testigos y videocámaras. Empezamos preguntando tonterías, pero en un momento de descuido… ¡zas!, le planté mis dedos mágicos en la frente. Un segundito nada más, pero fue suficiente. Su barrera mágica se descontroló desorganizando completamente su disfraz mágico. Todo el mundo lo vio, y ella más que ninguno. Ahí mismo, delante de las dos genios de la sección mágica, cantó como canario.
Era un disfraz demasiado bueno, anatómico, como nunca lo había visto. La mujer es una verdadera genio en ese aspecto. Todo el mundo pensaba que la muerta había sido la esposa; ¡y quién no iba a pensarlo teniendo al supuesto marido confesando el crimen! Pero era ella quien había matado a su esposo, con fuego, en la sala del piano. Luego se disfrazó mágicamente y salió corriendo de la casa, asegurándose de ser vista. Su plan original era esconderse, cambiar su disfraz por otro y seguir viviendo como si no hubiera pasado nada, pero fue apresada…; entonces se le ocurrió seguir con su papel hasta que se diera la sentencia, confiando en transformarse después y salir por la puerta grande mientras los pobres agentes buscaban a un hombre fugado. El motivo, era inmensamente humano: en aquella compañía de teatro los actores escaseaban, así que la mujer había tenido que hacer papeles de hombre. Uno de ellos el de un tal Karl Moor, de Schiller: una jovencita del público se había enamorado tanto del personaje que empezó a cortejarla, y la actriz descubrió que era bisexual; las dos vivieron su tórrido romance y el crimen fue fruto de las pasiones humanas, como el 99% de todos los crímenes. Es que tenía gusto por lo dramático”.
—¿Qué moraleja nos deja esto? Para los que no tienen idea hasta ahora, les recomiendo que no apliquen a la sección de magia; los demás tienen una oportunidad.
Escuchó ciertas voces de descontento, pero no hizo caso. Ya iba a terminar.
—Los crímenes son cometidos por HUMANOS. Y deben ser resueltos pensando como tales. Primero se es humano, luego mago. Hay que meterse en la mente del criminal, no en sus poderes. La magia es solo una herramienta.
Se alejó la detective del podio y sonriendo les enseñó aquel papel que a su llegada había roto sin querer: estaba tan entero como el primer día.
—Tampoco es que no tenga sus ventajas, ¿verdad? ¡Espero ver a alguno por allá!
Y fue alejándose, despidiéndose del público agitando un brazo. Solo que por mirar tanto al final terminó pisando mal un escalón, trastabillando hasta golpearse con la puerta de salida. Agarrándose la frente terminó de irse.
Fin
Pero no es igual. Y como la magia moderna no puede ser de princesas sino de gente, acá está este cuento de hace unos años. Ah, también aviso que la imagen no tiene que ver con el relato, solo es ilustrativa de que una bruja moderna vestirá normal.
La magia como elemento del crimen moderno
“Aunque la discriminación entre las distintas variedades humanas es totalmente diferente a lo que era, digamos, hace un siglo, todavía hay ciertos resquemores y dudas con respecto a los trabajos que debería realizar un individuo que pueda usar magia de manera práctica. De estas reticencias absurdas, una de las más expandidas es que el usuario de la magia (o de forma más técnica, con afinidad a la materia y energía oscuras) es un individuo más peligroso y propenso al crimen que un ser humano que no tenga esa capacidad, a quien creen más desvalido. Como todos en el cuerpo de policía deben saber, eso es absolutamente falso; las estadísticas no muestran diferencia significativa entre ellos, y por el contrario, se mantiene la diferencia por causas de género.
Sin embargo, el hecho es que EXISTEN los crímenes donde las artes mágicas tienen que ver, y por eso cada departamento de policía de cualquier sitio civilizado tiene su sección de investigaciones mágicas, junto a la sección de policía científica. Ustedes, personas de ambos sexos, acaban de salir de la academia de policía y deben elegir a cual departamento quieren aplicar; es su decisión. Pero últimamente hemos tenido algunas dificultades, malos entendidos con los que aplican a la sección mágica. Muy entendible… la palabra es romántica: ¡magia! Por eso hemos decidido dar esta pequeña charla y que sea uno de nuestros detectives quien la dé, que explique de manera práctica, con experiencia, aquello que tal vez ha resultado muy teórico en la academia.
No se preocupen, que no habrá ningún otro examen. Los requisitos se mantienen para cada sección, donde no hay discriminación entre magos y no magos; la mayoría de miembros en la sección de magia son “no magos”, aunque obviamente se da cierta prioridad a los usuarios. Ahora me retiro, pero nos volveremos a ver en sus respectivas secciones. O al menos, como Jefe de Policía, eso espero. Sin más dilación les paso a su oradora, la detective mágica Elízabeth Álvarez”.
El Jefe, un hombre que pasaba los 50 pero aun bastante en forma, abandonó la tarima para sentarse en primera fila. Originalmente, después de este discurso debía irse para cumplir con su apretada agenda, pero había cambiado de opinión cuando le presentaron a la oradora. No la conocía ni era él machista, solo que… cuando se la presentaron no le inspiró mucha confianza. No le pareció que hubieran muchas luces en aquella cabeza, aunque por supuesto no dijo nada; el director de la sección la había recomendado y fue aceptada. Y ahora tenía curiosidad.
Después de los aplausos habituales se hizo el silencio y una mujer entró por una puerta a la izquierda. Era bastante joven, no debía alcanzar aun la treintena. Caminaba derecha, mirando al frente con una pequeña sonrisa. Llevaba un papel algo arrugado en una mano. No se veía completamente natural, pero al menos hacía el esfuerzo por dar presencia, por presentar un aire de entendida. Lo malo es que exageró, y por mirar al frente se tropezó en el último escalón. No se cayó, pero al manotear rompió su hoja. La mujer cerró un poco los ojos, miró al público y sonrió. El Jefe de Policía tuvo el presentimiento de que aquello sería un fracaso; y por los murmullos que se oían entre el público, era seguro que otros pensaban similar.
Se acomodó la mujer en la tarima y se puso a mirar detenidamente al público, que le respondió con la misma moneda. Era de estatura media, de tez algo oscura, al parecer mestiza. Los ojos eran negros y su rostro… simple. No llamaba demasiado la atención. Físicamente también era bastante normalita, nada que ver con las detectives “mujer fatal” que popularizan en la tv; tal vez pudiera verse algo mejor si llevara la ropa adecuada, que la que traía puesta parecía la del trabajo y disfrazaba bastante cualquier curva importante: una camisa ligera color violeta, cubierta por una gabardina que más parecía bata de laboratorio, de color crema claro; más abajo tenía falda corta pero no demasiado, unas botas delicadas de caña alta, pero no demasiado, y no llevaba medias. O mejor dicho sí, pero de las cortitas que no se veían. Destacaba por no destacar, físicamente hablando.
—¡Buenos días! –se alejó un poco del micrófono–. Como se les ha informado, yo seré quien haga la introducción para la sección mágica, y la verdad espero conseguir personas agradables –les sonrió como si acabara de hacer un chiste–. Mi nombre es… –acercó su pulsera a un carnet que
traía colgado al pecho y de ambos elementos se levantaron unos hologramas: de la pulsera una especie de diagrama o dibujo que servía de sello, elaborado por ella misma, y del carnet un montón de datos entre los cuales estaba su nombre– … Elízabeth Álvarez, detective mágica colegiada, 27 años y solterísima.
Algunos se rieron, pero entre los que no rió estaba el Jefe de Policía.
—Las imágenes que acaban de ver, como algunos deben haber notado, estaban hechas por poderes mágicos. La información está grabada y con nuestra magia se activa. Con mi magia en este caso, únicamente. Pues bien –los miró seria–, ¡esa es la única magia que verán el 90% de los días!
Hubo un ligero murmullo y algunas sonrisas sardónicas. No tomaron su declaración muy en serio.
—No es que quiera desilusionar a ninguno, es solo que la verdad nos ahorrará decepciones. Alguno tal vez se imagine un gran hechicero criminal que vaya gritando: ¡Bola de fuego…!, ¡llamarada…! –agitó los brazos en una imitación ridícula de las películas–. Pero la realidad es muy distinta. Estos tipos no durarían 15 minutos, el tiempo que tarde un policía de barrio en llegar a la escena. Entonces cuando grite “¡kamehameha!”, el poli gritará “¡balazo!”, y ahí terminarán sus días. La velocidad promedio de una bala de pistola ronda la del sonido, por lo que casi nunca se enterarán de qué fue lo que les pasó. A 30 metros de distancia no llegarán ni a alzar el brazo. De todos modos, un caso como este solo ocurre una vez al año y nosotros no participamos en su resolución; ¿para qué ir, si ya está resuelto el caso? Exactamente… no somos necesarios.
Empezó a captar el interés de los reclutas. Algunos aun la tenían por tonta, otros por exagerada, pero todos empezaron a darse cuenta que algo importante había en su exposición.
—Nuestro símil más adecuado es el de la policía científica… Nosotros también vamos después del crimen. Digamos que cuando todo falla, vamos nosotros. A investigar… no a hacer magia aplicada. Decidí, cuando me dijeron que debía hablarles, que lo mejor era usar un ejemplo real. Justo el mes pasado me tocó, junto a una compañera, un caso muy extraño donde el aspecto mágico estaba involucrado. Es muy curioso, así que espero no se aburran.
“Se recibió temprano en la mañana un aviso de parte del cuerpo de bomberos por un incendio en una casa de los suburbios. Un buen sector, de esos donde los hogares tienen patio bien podado. La casa era habitada por una pareja de esposos, hombre y mujer, donde el primero había sido visto huyendo de la escena por algunos vecinos; dentro, un cadáver completamente calcinado los esperaba. El fugitivo fue capturado antes de caer la tarde y la policía científica tuvo un perfil completo de los involucrados para esa noche. Tanto el hombre como la mujer eran conocidos usuario de magia… pero nosotros, los de la sección mágica, no fuimos llamados hasta dos días después. Y estuvo muy bien porque no éramos necesarios.
Sin embargo, la policía llegó a un pequeño punto muerto donde, para hacer las delicias del fiscal, necesitaban una afirmación nuestra. Yo fui asignada, junto a la oficial Victoria, para visitar la casa. Lo hicimos, y también se nos dio el sumario del caso. El asunto fue así: el interior del edificio había sufrido daños en el 80% de su estructura, casi toda de madera y empapelada. La causa del incendio se comprobó que era una fuga de gas, que podía ser… o no, debido a un pequeño corte detectado al inicio de la tubería que entraba a la casa. Pero ese corte, que parecía hecho con cuchillo o similar, tenía unas pequeñísimas posibilidades de ser producido por causas naturales. Por otro lado esa parte de la tubería aun no entraba a la casa, más bien daba al patio. Arriba había una ventana abierta, pero los del departamento de investigación llegaron a la conclusión de que era en extremo improbable que el gas entrara en cantidad suficiente por esa vía. A menos… ¡que un usuario de magia hubiera intervenido!”
Se detuvo un momento la detective Elízabeth. Dejó que el auditorio rumiara un poco sobre el tema, mientras ella intentaba leer algo en su papel estropeado. Siguió pronto:
—Realmente nunca estuve muy animada con esto de ser detective mágica. Al final de mi adolescencia descubrí que tenía verdadero talento para dormir mucho. ¡Es en serio, no tengo por qué mentir! Pero como era usuaria de magia, siempre pensé que acabaría haciendo algo relacionado, algo que me facilitara la vida. Por eso apliqué. Les estoy diciendo esto porque es importante. Quiero que pierdan la idea de que la magia es especial…
“Volviendo a nuestro caso: se descubrió que aquella pareja había tenido varias discusiones el último mes, que la mujer tenía un seguro de vida a favor de su esposo, que el susodicho estaba dentro de la casa al momento del incendio y no buscó ayuda. El hombre se declaró culpable. Parece un caso cerrado ¿verdad? Pero nuestro sistema de justicia exige (correctamente, según su servidora) que se pruebe la culpabilidad de la persona, porque aparece cada loco… Así que necesitaban, nos exigieron, que demostráramos que aquel tipo había usado magia para incendiar la casa, para matar a su esposa; muy cómodos que son los fiscales.
Nótese que hasta este punto, no hemos usado magia en ningún momento.
Dentro de la casa realizamos una segunda revisión, cosas que se podían pasar por alto a quien no sabe mirar. Aquella casa estaba llena de patrones mágicos diversos, como ocurre en cualquier casa de mago; también la región donde se produjo la fuga tenía grandes rastros de magia, pero todo fue desestimado. Nunca, ¡nunca!, deben tomar un patrón mágico como prueba o hecho de un delito: si bien cada persona tiene su patrón, estos pueden ser modificados por emociones, por estados físicos como cansancio, e incluso por voluntad propia si se es talentoso. Vale menos que una sesión en el polígrafo. Nada impide que a manera personal saque una alguna sospecha, pero no hay que dejarse llevar. De todos modos, en este caso tanto mi compañera y yo desechamos cualquier insinuación en base a los patrones mágicos. ¡Ni siquiera teníamos el patrón mágico del sospechoso, al que no habíamos visto aun!
El cuerpo de la víctima estaba totalmente calcinado, mucho más que la casa. El tronco completo eran puras cenizas y las extremidades carbones. Solo algo del cráneo permanecía. La policía estaba segura que tal combustión debía ser obra del poder mágico del sospechoso, pero un abogado inteligente siempre podía alegar que todo se debía al “efecto vela”, que tantas veces se usó para rebatir la real combustión espontánea humana. Nosotras no podíamos sacar ningún patrón mágico de aquellos restos y aunque pudiéramos, no serviría de prueba. Lo que sí descubrimos fue… un armario de ropa en el segundo piso, casi intacto, lleno de ropa de mujer. Muy curioso, cuando hasta la ropa del hombre había sido consumida”.
Hubo una pequeña interrupción. Una empleada había pedido permiso para llevarle un vaso de agua y un pequeño panecillo a la oradora, que se lo agradeció. Los nuevos reclutas aprovecharon también para estirarse un poco y hablar entre ellos, pero sin dejar sus asientos. La joven detective Elízabeth decidió que era un buen momento para algo más distendido.
—¡Y no vayan a creer que no sé usar magia, ¿eh?! Lo que pasa es que es tan inútil… Miren este vaso por ejemplo –lo sostenía en alto entre los dedos de su mano izquierda–, enfriaré el agua. Soy muy buena en eso, créanme.
Y tan buena que en dos segundos el agua estuvo completamente congelada.
—Enfrié mi agua, caballeros. Lamentablemente no puedo tomarla, tendría que esperar a que se descongele. Podría tomarme mi tiempo, concentrarme y producir hielo sin congelarlo todo, pero entonces me vale más que me traigan agua con dos cubitos de hielo y será más rápido y menos cansón. En mi casa tengo nevera para los helados.
No le pusieron demasiada atención, pero eso es lo que ella esperaba: creía que solo los verdaderamente interesados no le perderían de vista. Decidió hacer una demostración más: hizo aparecer una llama naranja, no muy grande, en la palma de su mano derecha. Dejó el vaso y tomó su
panecillo.
—Cuando tenía 12 y 13 años era tan genial hacer estas pequeñas cosas; una se creía la más poderosa de la clase, que los poderes eran súper geniales. Pero que va… no sirve ni para calentar mi merienda. Una intenta pero… ¡Hagamos la llama más grande! ¡Jojo! Ahora resulta que calienta, pero me quemo los dedos. Para tanto lío mejor ponerlo 40 segundos en el microondas, ¿cierto? –sonrió sin mirar al público.
Ya después de eso terminó el bocado y se paró firme, mirando lo más seriamente que pudo al auditorio, para conseguir de nuevo orden. Funcionó y continuó con su relato principal.
“Decidimos dar una vuelta por sus respectivos lugares de trabajo e interés. Hacer la ronda. No sacamos nada en claro, solo un pequeño dato: ambos habían descubierto un nuevo hobby y eran miembros del mismo grupo de teatro amateur. Por mero formulismo visitamos el lugar, que fue donde prácticamente se resolvió el crimen.
Estaban en ensayos cuando llegamos pero fueron amables y lo interrumpieron por nosotros. La pareja era echada muy en falta por amistad y profesión, que según decían eran de los mejores actores. Tenían un talento extraordinario para meterse en la piel del personaje casi literalmente, pues aparte del maquillaje, nos dijeron, usaban su magia para disfrazar su apariencia, algo muy útil y conocido por todos. No dejaban de alabar sus dones para el disfraz anatómico. Pero una de las practicantes nos dijo también, con algo de pena, que en las últimas semanas la mujer discutía mucho con el director de escena y también con su marido a causa de la asignación de papeles, que no era de su agrado. Al preguntarle al director este confirmó la versión, pero agregó que no creía que aquel hombre pudiera hacer daño a su mujer por aquel motivo: siempre cedía ante ella, teniendo que ponerse él duro para hacer respetar los papeles.
Sin embargo, por intuición o tal vez talento en el oficio, algo de aquello me tenía nerviosa y por quitarme esa molestia pedí que nos llevaran hasta el vestuario, para revisar la ropa que hubieran usado en los últimos ensayos. No se negaron y pronto Victoria y yo estuvimos revisando dos armarios diferentes, con sus respectivos nombres, por separado. Pero cuando le comenté que el traje de príncipe victoriano era ridículo, me contestó que más lo era el de mago militar. ¡Tardé un minuto en darme cuenta del extraño error de concordancia, antes de ir a preguntar…!”
—¿Y ustedes, ya se dieron cuenta? Y de nuevo les recuerdo que, hasta ese momento, no habíamos usado magia de ningún tipo. Ni podemos correr rápido, ni somos fuertes; que nuestros músculos y huesos se rompen como cualquier otro y cumplen con la ley de conservación de movimiento. Ninguna detective vuela tampoco, que la materia oscura no escapa a la fuerza gravitatoria.
“Volvimos a la comisaría y pedimos inmediatamente una entrevista con el culpable. Tuvimos que esperar al día siguiente, pero la cosa ya estaba prácticamente en nuestras manos. Nos trajeron a la persona y la sentaron delante de una mesita. Yo pedí testigos y videocámaras. Empezamos preguntando tonterías, pero en un momento de descuido… ¡zas!, le planté mis dedos mágicos en la frente. Un segundito nada más, pero fue suficiente. Su barrera mágica se descontroló desorganizando completamente su disfraz mágico. Todo el mundo lo vio, y ella más que ninguno. Ahí mismo, delante de las dos genios de la sección mágica, cantó como canario.
Era un disfraz demasiado bueno, anatómico, como nunca lo había visto. La mujer es una verdadera genio en ese aspecto. Todo el mundo pensaba que la muerta había sido la esposa; ¡y quién no iba a pensarlo teniendo al supuesto marido confesando el crimen! Pero era ella quien había matado a su esposo, con fuego, en la sala del piano. Luego se disfrazó mágicamente y salió corriendo de la casa, asegurándose de ser vista. Su plan original era esconderse, cambiar su disfraz por otro y seguir viviendo como si no hubiera pasado nada, pero fue apresada…; entonces se le ocurrió seguir con su papel hasta que se diera la sentencia, confiando en transformarse después y salir por la puerta grande mientras los pobres agentes buscaban a un hombre fugado. El motivo, era inmensamente humano: en aquella compañía de teatro los actores escaseaban, así que la mujer había tenido que hacer papeles de hombre. Uno de ellos el de un tal Karl Moor, de Schiller: una jovencita del público se había enamorado tanto del personaje que empezó a cortejarla, y la actriz descubrió que era bisexual; las dos vivieron su tórrido romance y el crimen fue fruto de las pasiones humanas, como el 99% de todos los crímenes. Es que tenía gusto por lo dramático”.
—¿Qué moraleja nos deja esto? Para los que no tienen idea hasta ahora, les recomiendo que no apliquen a la sección de magia; los demás tienen una oportunidad.
Escuchó ciertas voces de descontento, pero no hizo caso. Ya iba a terminar.
—Los crímenes son cometidos por HUMANOS. Y deben ser resueltos pensando como tales. Primero se es humano, luego mago. Hay que meterse en la mente del criminal, no en sus poderes. La magia es solo una herramienta.
Se alejó la detective del podio y sonriendo les enseñó aquel papel que a su llegada había roto sin querer: estaba tan entero como el primer día.
—Tampoco es que no tenga sus ventajas, ¿verdad? ¡Espero ver a alguno por allá!
Y fue alejándose, despidiéndose del público agitando un brazo. Solo que por mirar tanto al final terminó pisando mal un escalón, trastabillando hasta golpearse con la puerta de salida. Agarrándose la frente terminó de irse.
Fin