Llegada y vida en la revista ¡No Lo Leas!
No es la primera vez que menciono esa revista. La mayoría de relatos y cuentos de la Fábrica de Historias salieron primero en ella. Y para ser una revista en línea, iniciada totalmente por aficionados, tuvo una vida larga y fructífera: cinco años, con salida que fue de semanal a quincenal, y a veces mensual. Este autor tiene excelentes recuerdos de ella y la disciplina adquirida durante el período la considera irremplazable y muy útil para cualquier aspirante a escritor.
En uno de tantos experimentos, la revista decidió hacer un evento especial en el que cada escritor debía relatar cómo había entrado a la revista y los cambios producidos en su rutina, por ese efecto. Y lo que verán a continuación es a lo que llegó este autor. No es una biografía fiel y textual, pero sí una forma divertida de hacerlo. Dicen.
Llegada y vida (¬_¬) en la revista ¡No Lo Leas!
(Otro tipo de esclavitud moderna)
No fui yo de los fundadores. Esos fueron otros… gente con corazón de felino salvaje. Yo más bien era de los dudosos.
Ya escribía, dejando un relato aquí y otro allá, y entre los allá estaba cierto foro virtual llamado mcanime. Mucho ánime, mucho fanfic, ¿a qué negarlo? El asunto es que estaba yo muy tranquilo posteando y escribiendo cuando me daba la gana hasta que un día apareció el usuario LuisPPK, que dejó una propaganda de todo el tamaño en la página principal de la zona de fanfics. Propaganda de la revista. Viendo que se aproximaba algo trabajoso, me alejé. Pero es que Luisppk… sabía hacer propaganda. Según decía, los relatos debían pasar por un proceso de selección simple y después de eso para siempre dentro de la revista; y ahí está el detalle, que yo veía a muchos postular, siendo la mayoría rechazados… pero alguno sí entró. Entonces yo me dije: “Diantre, si aquí alguno entra a la revista es que debe ser sencillo para mí”. Así mismo, de esa egoísta y súper pedante manera me atraparon, y me lo tengo merecido este régimen de esclavitud moderna en que me encuentro.
Efectivamente entré, y aun me tenía por listillo al tener muchos capítulos de mis relatos del dragón ya escritos, esperando. No contaba con el poder de las palabras “Fecha Límite”. Un relato por semana, cerca de 2000 palabras a la semana, cerca de 7 páginas a la semana…; en teoría fácil, una página al día. Pues bien, mis 10 capítulos de reserva cayeron mágicamente a dos. Abrí los ojos como platos cuando me di cuenta que estaba a un tris de la cesación de pagos. Pero yo no me rindo fácilmente: tomé el teclado y me prometí caer en un régimen intensivo de dos
páginas diarias mínimas. Entonces descubrí algo:
El internet distrae mucho… @_@.
Por algún extraño motivo, muchas veces no completaba mi cuota. Me sentaba, me lo tomaba con calma, y cuando iba a tirarme en la cama descubría que estaba en falta. Llegó el día en que ni siquiera tenía el escrito para el siguiente número. De nuevo me ayudó pensar en la competencia (mal tipo debo ser, siempre pensando en los demás): “¿Cómo DIABLOS hacen mis colegas para estar al día? ¡Y encima ellos son los que diseñan, diagraman y preparan la revista! Yo solo escribo… ¡No puede ser que tengan más imaginación que yo! Mi madrecita que esto no se puede quedar así, ahora mismo lo resuelvo todo de un plumazo”. Entonces me quité los tenis, los tiré por ahí y me senté delante del teclado. No me volví a parar hasta terminar, casi a las cuatro de la mañana. Al día siguiente tenía trabajo, pero eso no era más importante que escribir. Terminé y entregué.
Desde ese entonces no he tenido problemas con las entregas, solo con mi reloj biológico (-_-). Mucho arrastrar los párpados por la calle. De todos modos, parecía haberme estabilizado.
¡Y entonces llegaron los especiales! O_O!
Era el aniversario de la revista, del año pasado, y debía sacarme algo de ciencia ficción extra, aparte del relato normal. Cómo conseguí el tiempo es algo que no comprendo. Ese número de la revista tuvo más de 140 páginas, artículo coleccionable de estar impreso y suficiente para servir de arma anticanina.
Falta más, mis queridísimos, que si solo fuera esto sería diversión y no esclavitud. ¿Qué hay de la vida social? Porque el que labora suele recibir vacaciones cada cierto tiempo... ¡Iluso de mí, que los escritores no conocen tal cosa! O al menos no los de la revista cuando tienes un relato a medias. Surgió la posibilidad de hacer un viajecito a Perú, tierra bonita donde las haya, y debía ausentarme por 3 semanas. ¿Prórroga? Jamás. Tomé mi teclado, que hacía tiempo ya que perdiera el color de muchas teclas, y completé 4 relatos para esas fechas. El penúltimo día, con el pasaje en el bolsillo, aun trabajaba en ellos. Los entregué, pero no respondo de la ortografía de ninguno.
… y cuando volví, ya no tenía ninguna reserva, nuevamente -_-.
¿Qué por qué me tomo tantos problemas, si no vivo de eso? Porque (me he dado cuenta) escribir es lo que yo hago, es mi trabajo. Lo otro es lo que hago para vivir. Y además, por culpa del maldito orgullo: “Si otro puede, yo también puedo”, y la revista está llena de gente muy responsable… Por ejemplo el otro día, cuando se cayó la página en línea de la revista:
—¡Esto no puede estar pasando! ¡No puede ser, yo necesito entrar a-ho-ra! ¡Ya! ¡Finito!
Y así tomo mi mejor chaqueta, miro el reloj (cuatro de la mañana), y me dispongo a hacerle una visita a Morbus. No sé si eran horas o no, pero la página estaba caída y…
—¡Hey Morbus! –le gritaba desde fuera-. ¡Levántate que hay una emergencia!
—¿Qué hay? –se asoma el tipo con cara de sueño.
—La página está caída, ¿puedes hacer algo? –le enseño el problema.
—No está caída, es que estás escribiendo mal la dirección…
—… (>_<!)
No pasa nada. Esa gente es así de responsable, que a cualquier hora te atienden.
Yo sé que alguno anda diciendo que exagero, que escribir una página o dos al día no es nada y que los especiales son muy de vez en cuando. Pero es que aun falta más… Veamos, que tal si te preguntan por ahí: “¿Y cómo estuvo el número de esta semana?”, o peor aun: “¿Leíste el último capítulo de Latencia?”. Ahí está la cosa, que uno puede escapar a tales preguntas sonriendo como conejo (^_^!) y diciendo que sí a todo, pero al final siempre aparecerá alguno queriendo saber detalles. ¿Qué le digo?, ¿que ni siquiera yo leo la revista en que publico? Imposible. Así que quiera o no, debo leer la mayor parte de cada número. La cosa toma su tiempo, ¿saben?
Y luego dicen que el teatro es difícil porque se debe reír cuando se tienen ganas de llorar. ¡Pero el que escribe es igual! Uno llega cansado a casa y tiene que representar a sus personajes más alegres que en navidad. O al revés: está uno feliz de la vida pero toca hacer de protagonista triste y melancólico; si no se tiene cuidado acaba uno así ¬_¬.
Definitivamente, es una forma de esclavitud moderna. Y ni siquiera he hablado de los trabajitos extra, como evaluar nuevos escritores, mantener al día distintos foros en que se promociona la revista, hacer dibujos, cómics o mangas de las distintas historias (cosa que no me ha tocado a mí, y no sé como sacará nadie tiempo para ello), y últimamente hasta videos promocionales (o_o).
¿Que abandone? No. Pues verán, el escritor tiene un arma tan poderosa, tan invencible que crea adicción: puede, por fin, decidir cómo acabará la historia que está leyendo. Los personajes muchas veces tienen vida y personalidad propia, pero el final… es nuestro.
Y eso no lo cambio por nada.
Fin
En uno de tantos experimentos, la revista decidió hacer un evento especial en el que cada escritor debía relatar cómo había entrado a la revista y los cambios producidos en su rutina, por ese efecto. Y lo que verán a continuación es a lo que llegó este autor. No es una biografía fiel y textual, pero sí una forma divertida de hacerlo. Dicen.
Llegada y vida (¬_¬) en la revista ¡No Lo Leas!
(Otro tipo de esclavitud moderna)
No fui yo de los fundadores. Esos fueron otros… gente con corazón de felino salvaje. Yo más bien era de los dudosos.
Ya escribía, dejando un relato aquí y otro allá, y entre los allá estaba cierto foro virtual llamado mcanime. Mucho ánime, mucho fanfic, ¿a qué negarlo? El asunto es que estaba yo muy tranquilo posteando y escribiendo cuando me daba la gana hasta que un día apareció el usuario LuisPPK, que dejó una propaganda de todo el tamaño en la página principal de la zona de fanfics. Propaganda de la revista. Viendo que se aproximaba algo trabajoso, me alejé. Pero es que Luisppk… sabía hacer propaganda. Según decía, los relatos debían pasar por un proceso de selección simple y después de eso para siempre dentro de la revista; y ahí está el detalle, que yo veía a muchos postular, siendo la mayoría rechazados… pero alguno sí entró. Entonces yo me dije: “Diantre, si aquí alguno entra a la revista es que debe ser sencillo para mí”. Así mismo, de esa egoísta y súper pedante manera me atraparon, y me lo tengo merecido este régimen de esclavitud moderna en que me encuentro.
Efectivamente entré, y aun me tenía por listillo al tener muchos capítulos de mis relatos del dragón ya escritos, esperando. No contaba con el poder de las palabras “Fecha Límite”. Un relato por semana, cerca de 2000 palabras a la semana, cerca de 7 páginas a la semana…; en teoría fácil, una página al día. Pues bien, mis 10 capítulos de reserva cayeron mágicamente a dos. Abrí los ojos como platos cuando me di cuenta que estaba a un tris de la cesación de pagos. Pero yo no me rindo fácilmente: tomé el teclado y me prometí caer en un régimen intensivo de dos
páginas diarias mínimas. Entonces descubrí algo:
El internet distrae mucho… @_@.
Por algún extraño motivo, muchas veces no completaba mi cuota. Me sentaba, me lo tomaba con calma, y cuando iba a tirarme en la cama descubría que estaba en falta. Llegó el día en que ni siquiera tenía el escrito para el siguiente número. De nuevo me ayudó pensar en la competencia (mal tipo debo ser, siempre pensando en los demás): “¿Cómo DIABLOS hacen mis colegas para estar al día? ¡Y encima ellos son los que diseñan, diagraman y preparan la revista! Yo solo escribo… ¡No puede ser que tengan más imaginación que yo! Mi madrecita que esto no se puede quedar así, ahora mismo lo resuelvo todo de un plumazo”. Entonces me quité los tenis, los tiré por ahí y me senté delante del teclado. No me volví a parar hasta terminar, casi a las cuatro de la mañana. Al día siguiente tenía trabajo, pero eso no era más importante que escribir. Terminé y entregué.
Desde ese entonces no he tenido problemas con las entregas, solo con mi reloj biológico (-_-). Mucho arrastrar los párpados por la calle. De todos modos, parecía haberme estabilizado.
¡Y entonces llegaron los especiales! O_O!
Era el aniversario de la revista, del año pasado, y debía sacarme algo de ciencia ficción extra, aparte del relato normal. Cómo conseguí el tiempo es algo que no comprendo. Ese número de la revista tuvo más de 140 páginas, artículo coleccionable de estar impreso y suficiente para servir de arma anticanina.
Falta más, mis queridísimos, que si solo fuera esto sería diversión y no esclavitud. ¿Qué hay de la vida social? Porque el que labora suele recibir vacaciones cada cierto tiempo... ¡Iluso de mí, que los escritores no conocen tal cosa! O al menos no los de la revista cuando tienes un relato a medias. Surgió la posibilidad de hacer un viajecito a Perú, tierra bonita donde las haya, y debía ausentarme por 3 semanas. ¿Prórroga? Jamás. Tomé mi teclado, que hacía tiempo ya que perdiera el color de muchas teclas, y completé 4 relatos para esas fechas. El penúltimo día, con el pasaje en el bolsillo, aun trabajaba en ellos. Los entregué, pero no respondo de la ortografía de ninguno.
… y cuando volví, ya no tenía ninguna reserva, nuevamente -_-.
¿Qué por qué me tomo tantos problemas, si no vivo de eso? Porque (me he dado cuenta) escribir es lo que yo hago, es mi trabajo. Lo otro es lo que hago para vivir. Y además, por culpa del maldito orgullo: “Si otro puede, yo también puedo”, y la revista está llena de gente muy responsable… Por ejemplo el otro día, cuando se cayó la página en línea de la revista:
—¡Esto no puede estar pasando! ¡No puede ser, yo necesito entrar a-ho-ra! ¡Ya! ¡Finito!
Y así tomo mi mejor chaqueta, miro el reloj (cuatro de la mañana), y me dispongo a hacerle una visita a Morbus. No sé si eran horas o no, pero la página estaba caída y…
—¡Hey Morbus! –le gritaba desde fuera-. ¡Levántate que hay una emergencia!
—¿Qué hay? –se asoma el tipo con cara de sueño.
—La página está caída, ¿puedes hacer algo? –le enseño el problema.
—No está caída, es que estás escribiendo mal la dirección…
—… (>_<!)
No pasa nada. Esa gente es así de responsable, que a cualquier hora te atienden.
Yo sé que alguno anda diciendo que exagero, que escribir una página o dos al día no es nada y que los especiales son muy de vez en cuando. Pero es que aun falta más… Veamos, que tal si te preguntan por ahí: “¿Y cómo estuvo el número de esta semana?”, o peor aun: “¿Leíste el último capítulo de Latencia?”. Ahí está la cosa, que uno puede escapar a tales preguntas sonriendo como conejo (^_^!) y diciendo que sí a todo, pero al final siempre aparecerá alguno queriendo saber detalles. ¿Qué le digo?, ¿que ni siquiera yo leo la revista en que publico? Imposible. Así que quiera o no, debo leer la mayor parte de cada número. La cosa toma su tiempo, ¿saben?
Y luego dicen que el teatro es difícil porque se debe reír cuando se tienen ganas de llorar. ¡Pero el que escribe es igual! Uno llega cansado a casa y tiene que representar a sus personajes más alegres que en navidad. O al revés: está uno feliz de la vida pero toca hacer de protagonista triste y melancólico; si no se tiene cuidado acaba uno así ¬_¬.
Definitivamente, es una forma de esclavitud moderna. Y ni siquiera he hablado de los trabajitos extra, como evaluar nuevos escritores, mantener al día distintos foros en que se promociona la revista, hacer dibujos, cómics o mangas de las distintas historias (cosa que no me ha tocado a mí, y no sé como sacará nadie tiempo para ello), y últimamente hasta videos promocionales (o_o).
¿Que abandone? No. Pues verán, el escritor tiene un arma tan poderosa, tan invencible que crea adicción: puede, por fin, decidir cómo acabará la historia que está leyendo. Los personajes muchas veces tienen vida y personalidad propia, pero el final… es nuestro.
Y eso no lo cambio por nada.
Fin