“Noooo… tan cómoda que es mi camita, tan acolchadita…”
Despertarse es la peor parte de las vacaciones de una chica. Tenía que ser yo, la tonta que se metió a organizar la fiesta de noche de brujas; no sé por qué se me ocurrió que sería divertido.
Con gran dolor en el alma me levanté y de un salto llegué hasta la cómoda: estaba tan adormilada todavía que choqué contra ella lastimándome un pie; no era mi día, definitivamente. Me quité la bata y miré al espejo. Nada mal… pero podía estar mejor y lo estaría: preparé la toalla de baño, le puse limpiador y un momento después el espejo me mostró un rostro mucho más limpio y despierto. Una pastilla masticable para los dientes… ¡aliento listo! Marieta siempre iba muy bien preparada. Emperifollada. Demasiado, sí. Y una tenía, por supuesto, que seguirle el paso. Ser mujer tiene sus desventajas…, no podíamos ser perfectas ¿verdad? Terminé de peinarme y vi: Pelo corto -como casi todo el mundo en nuestro planeta- y castaño, ojos negros, piel clara y un cuello delgado que era la envidia de mis amigas. Aunque ninguna me lo dijera. Una boca pequeña, como tenía que ser, de labios algo gordos y con mucho color. Secreto: tenía un diente de los de abajo un poco torcido… poca cosa, que nadie se da cuenta; si se tuerce más tendré que ir al dentista.
Seleccioné mi traje interior (parecido a un leotardo de la Tierra pero mucho más práctico y resistente), color morado, y bajé a desayunar. En cuanto a esa molestia que llaman sostén, no existe en Marte. No los necesitamos. Las pobres terrestres que vienen de visita dan pena con sus pechos caídos… ¡uy, lo dije!
¡Pero mamaaaá! ¿Cómo se le ocurre dejarme el desayuno en la mesa? Frio como hielo. De mala gana comí, tomé un vaso lleno de leche -para los terrestres: la nuestra es sintética, más sana- y sanseacabó el desayuno.
Fui a por mi traje de superficie y me lo puse con calma. Ponértelo mal podía enfermarte de moriditis aguda, ya sea por asfixia, descompresión o quien sabe qué; aunque no recuerdo haber visto nunca una noticia de alguien muriendo por aquello. Todas aprendemos a usarlo incluso antes de caminar. Lo malo es que era tan necesario y costoso que no quedaba de otra sino usar los producidos en masa, casi todos iguales. Una tenía que aguzar el ingenio para ponerle adornitos y algunos colores, y además ir variando, porque casi nadie tiene más de dos y algunas veces me he visto con uno solo… El que me puse no tenía ni una semana de haberlo engalanado así que estaba bien, con tiras moradas bajando desde las caderas y delgadas cintas naranja bien pegadas en las curvas del traje (bastante ceñido el trajecito). Por cierto, gracias a él no necesitamos bañarnos.
¡No, no somos sucias! Pelmazos… El traje es mucho más higiénico que cualquier ropa de la Tierra y todo lo limpia y desinfecta. Claro, de vez en cuando le damos mantenimiento. ¿Y…? Muy fácil usar agua cuando ustedes tienen toneladas y toneladas de agua para cada uno, mientras aquí solo hay suficiente para tomar y emergencias. Pero cada vez hay más, ya verán… algún día tendremos un lago por aquí, en el gran valle Marinaris. Pero basta. Tomé el elevador y salí de casa.
Miren, yo sé que nunca lo entenderán si no lo ven en persona: el cielo marciano es bellísimo… hermoso, a cualquier hora del día. En un día de verano como hoy el sol puede sentirse a través del traje. ¡Qué hermoso color de cielo… medio melocotón! En verdad es arena, y a veces, cuando no hay tormentas en un buen tiempo, se pone más azul. Y dependiendo de la estación, a veces color salmón, algo rosa. A mí me gusta más este tono dulce al azul oscuro del espacio, el de la Tierra...
Tomé las mediciones con los sensores del traje y vi todo normal: 18ºC y presión de 0.9 kpa. No había aviso de tormentas ni era la temporada aun. Un movimiento de mi dedo y el ascensor descendió (aquí todo edificio es subterráneo), dejándome sola en medio del campo marciano.
El colegio, y solo habían 5 en toda la ciudad, me quedaba relativamente cerca: unos 4 kilómetros, así que era cosa de correr y cantar. Y es que aquí no es como en la Tierra, donde deben ir por caminos que nunca son directos sino torcidos (¡hasta con ayuda satelital se pierden!); también entiendo que sus… bueno, nuestros antepasados eran demasiado primitivos pero ya va siendo hora de que arreglen eso. Por lo pronto, aquí no hay camino alguno en la superficie de la ciudad así que se puede ir en línea recta siempre; y como nuestra gravedad es solo un tercio de la de ustedes, pues una podía ir a saltitos de un lugar a otro sin cansarse y mucho más rápido que ustedes corriendo. No piensen para nada que es ese salto lento y patoso de los lunáticos, ejem… digo, de los que hacen en la Luna: aquí una puede muy bien llevar la dirección y el peso, y hasta los que vienen de turistas aprenden muy rápido como va la cosa. Es un salto mucho más bonito y elegante..., y aunque no me crean, ¡se parece bastante al salto de puntillas que hacen las bailarinas clásicas allá! Tal vez no tanto… ¡je je!, perdonen. Sigamos saltando.
Ok, ahora estamos a mitad de camino y haremos una pequeña escala porque quiero describirles algo. Vean, si damos una vuelta de 360º… ¿qué vimos? Eso, una gran llanura de color entre rojo y crema, toda salpicada de piedras. Ahora me agacho, tomo una y… ¡a volar! Uff, quien sabe hasta donde llegó: ¿200 metros?, tal vez algo menos. Es de malísima educación lanzar piedras aquí, pueden hacerle mucho daño a quien se le pegue. Yo lo hice porque conozco muy bien esta zona y sé que no vive nadie. Y porque soy así de mala. No pasa nada, lo que quería enseñarles era esta gran roca, algo apartada, en esta pequeña hondonada; ¿ven? aquí tiene este sitio como si fuera un sillón. Es mi trono particular. ¡Ju ju ju…! sí, hay algo más: les estoy enseñando donde en un futuro quiero que esté mi casa. Cuando era niña quise ir a casa de una amiga y no sabía usar bien los sistemas del traje, mis padres estaban trabajando y me perdí. Sola no sabía llegar y me asusté mucho, anduve un poco y llegué a esta piedra. Me senté a llorar en medio de toda esta soledad, recordando las mil advertencias que nos hacían de no andar solas en la superficie. Al final el traje activó la alarma del 30% de oxígeno, que les llegó a mis padres y de ahí a algunos vecinos y policías; llegaron en menos de 10 minutos, pero cuando lo hicieron ya no lloraba: estaba soñando despierta con vivir sola en aquel lugar y aquella piedra. Aun quedan algunos años para que pueda pedir permiso al estado y me concedan terrenos, pero ese es el plan. Porque aquí nadie es dueño de ningún terreno. Ya sé que en la Tierra también están mejorando en ese aspecto.
Y ya llegamos. Estas son las entradas… son solo pantallas señalizadoras que rodean el recinto. Una cada 50 metros. ¡Por supuesto que no hay cosa como un muro! Las ideas que se les ocurren… Un muro no resistiría ni la primera tormenta, además que no sé para qué serviría: ¿acaso hay algo que esconder? Cuentan mis padres, que sí nacieron en la Tierra, que allá casi todo tiene muro. Temerán acaso que les roben el edificio.
Tomé mi tiempo antes de entrar, para descansar y llegar serena. Con una mano en la cadera esperé a ver si pasaba alguien y así no llegaba sola. El colegio, que va desde infancia hasta bachiller, era una construcción curiosa en Marte, con sus edificios en forma de cúpula, en la superficie. La forma, por supuesto, era para resistir las tormentas de arena, pero también se pudo haber hecho bajo tierra (como todo lo demás) y estaría más protegido; la idea, que nos la enseñaban en primer año, era que aprendiéramos a vivir sin miedo al exterior. No veo como podría nadie temer al hermoso cielo color melocotón y un paisaje tranquilo, pero también apoyaba los colegios en superficie: muy bonito panorama desde las ventanas, a veces con alguna nube ligera; y si mirabas hacia abajo… ¡el poder de la humanidad podía ser contemplado! Lo que muchos llamaban milagro crecía en varias zonas alrededor del cole. Una especie de planta, producto máximo de la ingeniería genética marciana, crecía apenas unos milímetros en tierra, pintando de verde el lugar. Necesitaban del cuidado permanente del alumnado. ¡¿Quién se atrevería a pisarlas?! Era muy curioso que, aunque científicamente hablando con máquinas se podía conseguir más que con estas plantas, la opinión general era que ellas son nuestro futuro. Que nos darán agua, aire, todo… Ojalá.
Desgracia. Nadie llegó así que entré sola, como siempre. Marieta de seguro entra con compañía. Por lo menos que no fuera con César. Él era el presi de la clase. Ya saben, buenas notas, bueno en deportes. Me gustaba un poco, para decirlo de una vez.
En el aula estaban el profesor y 3 estudiantes más, entre ellos César. Fui a mi asiento, me quité el casco y estuvimos tonteando en lo que llegaba el resto, que aun quedaba tiempo; esto no era clase, sino una reunión informal por motivo de la fiesta de día de muertos. Sí que lo celebrábamos, pero era una fiesta más bien divertida donde la gente se reunía y hacía historias de terror, cenaban pastel y cosas así. ¡Je je!, ¡en Marte no había ni siquiera cementerios! Todo el mundo era enterrado y usado de abono, aquí y allí, donde pensaban cultivar; y aunque en las imágenes los cementerios terrestres se veían divertidos, aquí no podíamos perder material en esas tonterías.
Hablando de muerte, es verdad que ni siquiera en el cole dejábamos de usar nuestros trajes de superficie. Las aulas estaban a temperatura ambiente en verano y a 15ºC en invierno, y la presión siempre a 62 kpa.; los muros son sólidos y las ventanas aun más, sin embargo por regla nadie podía quitarse su traje. Era costumbre y ley. Y como prueba de su eficiencia, en mi vida nadie había muerto por ese accidente. Solo nos quitábamos el casco y lo poníamos al lado de nosotras, en su sitio especial de la butaca. Y el que quisiera podía recargar su oxígeno y toda la cosa. Supongo que algún turista de la Tierra estará decepcionado: no verá mucha piel en las zonas públicas, solo el rostro, cuello y cabello.
Marieta llegó junto a su mejor amiga y se sentaron juntas. Como solo ellas faltaban, el profe, que era un tipo bastante joven, tecleó algo en su escritorio y en la pantalla de la clase (que era un aparato en forma de L y daba la imagen realmente tridimensional), apareció una chistosa calavera anunciando la fiesta.
--Mis queridísimos estudiantes –empezó de broma el simplón del profesor-, estamos aquí reunidos para darle el pésame a nuestra no nacida fiesta de día de muertos. Y ha muerto, porque hemos sido demasiado vagos como para dedicarle nuestro tiempo… --Profesor –fue César-, yo creo que todavía podemos hacerlo. Todos estamos aquí. --Para eso vinimos, para hacerla –Marieta apoyó. --En dos días se puede hacer muchas cosas, ¿verdad? –me dirigí al resto de los compañeros y dos de ellas me secundaron. --Esos ánimos me han conmovido –se agarró el corazón el pesado del profe, siempre bromeando-, ¡se salvó el planeta con ustedes! Les recuerdo que tienen dos semanas en blanco, y hoy mismo, a esta hora, nadie me ha presentado ningún plan o idea para la fiesta.
Entonces Marieta hizo uno de esos comentarios que más me reventaban la paciencia.
--No es fácil idear nada en este planeta vacío. --No sé a qué te refieres –repliqué-, aquí hay de todo. --Mira por la ventana Carla, lo que tenemos es mucho espacio vacío. --¡No está vacío y lo sabes! Podemos hacer lo que queramos, tenemos todos los recursos del colegio a nuestra disposición, junto a sus 10 mil metros cuadrados. --Abre los ojos… --¡Chicas…! –el profesor se metió-, por favor, dejen su pelea eterna para después. --Profesor… --Habla, César. --Como todos aquí sabemos, el curso votó por hacer una reunión en el exterior junto a varios grupos de otros niveles. Ellos iban a hacer una fiesta. --Es cierto –respondió el profesor-, pero eso es simplemente unirnos a una fiesta ajena. No nos darían presupuesto para eso y con mucha razón. --Pero podemos, y esta es mi idea, hacer un acto paralelo, en la tarde, y luego unirnos con los demás. --¿Y qué acto sería ese?
Nuestro ahora líder –ganado por méritos propios- nos miró a Marieta y a mí. Los demás no eran mala gente, pero nosotras… ¿qué les digo? Éramos pro.
Secreto que no viene a cuento: Los padres de Marieta, los dos, trabajaban en los institutos para soporte de vida aplicada, dígase trajes de superficie. Ella misma iba por ese camino y no le iba a negar algo de talento; sin embargo su principal ventaja para con los demás era que conseguía programas beta para los trajes antes que ninguna. Muchos juegos también, y una vez… ¡nos mostró una manga prototipo de un traje transparente! O casi, porque se podían ver los cablecitos y muchos circuitos pequeños que tienen los trajes por todo lado, de modo que la piel quedaba semi oculta por todo eso y le daba un toque a cibernético, a ciencia ficción. A fruta prohibida, porque una se concentraba tanto en ver la piel debajo que resultaba casi pornográfico. Ella, Marieta, era la única chica del cole que se daba el lujo de tener el pelo largo, porque su traje se lo permitía sin problemas.
¡Oh, y tiene un amigo en la Tierra!, por correo.
--Vamos a montar una escena –empezó a explicar- donde fingiremos un encuentro del tercer tipo y al final, una abducción.
Todos nos quedamos mirándolo, hasta que el profesor se animó:
--¿Y cómo lo haríamos, César? --El club de robótica se compromete a crear…, en realidad ya lo tenemos hecho, un Twell pequeño que estoy seguro puede engañar a los alumnos de menor grado. --¿Twell el de “Odisea Marciana”? La idea en sí no es mala, pero no creo que por más buenos que seáis… --Un momento profesor, que aun hay más. Claro, nuestro robot no es perfecto y solo corre de forma muy básica, pero para eso tenemos a Marieta del club de teatro. Estoy seguro que con ayuda de ellos podemos hacer los efectos especiales que rellenen el vacío, y luces e imágenes. ¿No, Mari?
“¿... Mari?”
--Hum… es muy poco tiempo pero creo, supongo que podemos hacerlo. Lo haríamos, pero tienen que darme muy bien definido todo lo que planeamos. Sobre todo el escenario, el lugar donde tenemos que poner cada cosa –miró a una compañera y se entendieron-; hace una semana vimos un documental antiguo de ovnis y el club de teatro está seguro de que con pocos elementos bien colocados podemos hacer algo bueno.
“Te crees dueña del club de teatro”.
--Pensaba que lo mejor era hacerlo aquí en el colegio –dijo César. --Si fueran fantasmas sí, pero para esto… -el profesor se puso pensativo-. Creo, creo, que tengo el sitio indicado. Una casualidad caída del cielo. Tengo aquí los planos del nuevo polideportivo que estamos haciendo al sur…
Tecleó algo en su escritorio y la pantalla tridimensional cambió a un terreno lleno de zanjas excavadas, con rampas de salida distribuidas por los lados y muchos peñascos grandes por toda el área. Un complejo a medio hacer, de seguro con tomas de energía y ante todo, que estaría vacío ese día feriado.
Todos tomamos los lentes de interfase de la clase y los usamos unos segundos, luego volvimos a abandonarlos. Cada quien tenía de seguro lentes en casa, personales. Estos pertenecían al colegio y estaban conectados físicamente a los asientos; sin conexión inalámbrica toda la info debía pasar directamente por el principal del profesor y así se aseguraban de que no estuviéramos jugando. Una podía, como ahora, ver muchos más detalles, e incluso si el profesor lo quería, ver anotaciones y señalamientos que se agregaran, solo que de manera individual y eso tiene sus inconvenientes: es un hecho comprobado que se aprendía más cuando los 15 alumnos veían una misma imagen individual, que mirando los 15 la misma imagen pero cada uno por su cuenta. Parecía verdad que las ideas flotaban en el ambiente… quiero decir, que los alumnos se animan a preguntar más de esta manera, en vez de aprender sus propios errores por la red.
--¡Es increíblemente perfecto! –Marieta se levantó y habló a todos-. En un sitio así debe haber bastantes aparatos donde camuflar todo nuestro equipo, y el robot que usemos puede aparecer, voltear por cualquier pasillo y nosotras ayudaríamos en su escape usando luces, sonidos etc., en pasillos opuestos. César, aun así sería bueno que se preparara de antemano donde se esconderá el robot…
“¡Deja de hablar como si fuera tu idea!”
--Tenemos dos Twell hechos, así que entre nosotros –hablaba innegablemente de ella y él- debemos diseñar un mapa para ver como lo distribuimos todo. --Cuando acabemos aquí podemos hacer un primer recorrido, si deseas…
“Si deseas. Qué truco tan vulgar.”
--Pues parece ser… ¡que tenemos proyecto! –el profesor dio un aplauso, bastante animado.
Marieta tomó asiento, pero lo hizo bruscamente, agitando la cabeza. Su pelo largo y suelto se desplegó por el aire en baja gravedad, haciendo un amplio recorrido hasta posarse suave y lentamente sobre espalda y hombros. Un último mechón se coló hasta el rostro. Era algo tan inusual… tan llamativo que todos, hasta el profesor, quedaron unos segundos admirándola.
“¡Tramposa!”. Y sin aguantarme más intervine.
--No sé qué les pasa. Está claro que esto no va a funcionar. Aunque todo les salga bien terminarán perdiendo. Correrán y atraparán el robot. Los efectos especiales, sí, pero ¿quién nos asegura que los perseguidores vayan exactamente por donde se desea? Y mientras más usen, más fácil es que todo se vaya al traste…
César, como si de repente se diera cuenta de mi presencia, se llevó una mano al rostro casi echándose a reír. Ya luego me miró a los ojos.
--¡Claro, pero si olvidaba la ficha maestra de mi plan! Carla -me señaló-, tú tienes que venir con nosotros: ¡serás la protagonista! --Aclara eso, César –le ordenó interesado el profesor. --Fácil, que Carla va a ser la chica raptada. Ella, si es que nadie se da cuenta, es la que va a encontrar a Twell y guiar a todo ese grupo por el camino que tracemos. Así estaremos seguros de que nadie se desviará. Tú sabes moverte bien –volvía a dirigirse a mí- así que irás delante. Y te seguirán porque siempre se sigue a las chicas bonitas, sobre todo si parecen asustadas. Contigo tenemos eso seguro…
“¡¡… ¿eh?!!”
César se cortó de pronto. Diose cuenta que había dicho unas cuantas palabras de más y desvió los ojos.
—… supongo que me queda ese papel –logré decir sin darme apenas cuenta.
Esta vez fue Marieta la que puso boca de pato. Je je, que tierno, ¿verdad?
--Ah, señores –el profesor decidió cortar por lo sano el ambiente-, si no hay más que decir creo que debemos pasar todos a ver ese recorrido. Cerramos con lo acostumbrado.
¡Lo acostumbrado! Esto último tengo que contarlo:
Los nervios de siempre recorrieron nuestras espaldas y cada quien se preparó mentalmente. Se iba a abrir el ventanal… ¡ja ja ja! Sí, estaríamos por un minuto en el verdadero ambiente de Marte. ¿Peligroso? Bastante, para los no acostumbrados. Imagínense, 0.9kpa. Algunos se mantenían con sus cascos en las manos, sobre su cabeza. Otros y yo misma dejábamos el casco sobre la mesa de la butaca; pero la mayoría se ponía el casco, solo que con la visera abierta. De estas últimas era Marieta, a la que se le perdonaba porque con su cabello tardaba en colocárselo. ¡Y empezó!, el ventanal fue abriéndose mientras el aire escapaba con un sonido como de espray. Esto ES ilegal, pero no había un colegio donde no se hiciera. Desde los 8 años, los primeros 10 segundos. Aquella primera vez terminé ensuciando todo el traje con sangre que salió por la nariz. Ahora ya iban 30 segundos y sentí como una pequeña gota empezaba a acumularse; los ojos por supuesto bien cerrados y con los pulmones vaciados porque sino la atmósfera nos haría pagar dolorosamente. Todo terminó a los 60 segundos exactos. El profesor, si veía a alguien morado, podía terminarlo antes. No es que creamos que con esto algún día andaremos sin casco. La terraformación de Marte aun duraría varios siglos, tal vez un milenio; supongo que esto es nuestro tributo a la vida futura. La mayor obra medioambiental humana, llevar a Marte de 0.9 a 62kpa. ¿Lo conseguiríamos?
Bueh… ahora no sean pesados y díganme “¡hasta luego!”. Cuando vengan de visita a ciudad Lowell, extraños alumnos de intercambio de la Tierra, no se olviden de darme las gracias por la composición. La pasarán fenómeno.