La derecha latinoamericana, una vez en el poder, tiene muy poco movimiento geopolítico. Porque la mayoría de las veces son conservadores y quieren mantener el status quo, y eso pasa por no moverse mucho. Aunque sí tienen política exterior, y presencia internacional, solo que esta es, en general, la misma de la plutocracia estadounidense. Y asumen el papel que el imperio quiera darle. En Brasil incluso hubo una historia muy curiosa durante la dictadura militar, en que alineados con el imperio, consiguieron que este los nombrara aliados y le permitieron cierta libertad de acción y predominio regional... siempre que siguiera las directrices del jefe. Esta vez no es así, y espera el Tablero que Bolsonaro y su gobierno se sumen a la lucha e intenten hacer muchas cosas, al contrario de Temer. La razón de la actividad de la derecha es que ha tenido que trabajar duro y a consciencia para deshacer todo el andamiaje que había dejado la izquierda durante la "decada dorada", incluso a nivel cultural. Además de que todavía les quedan enemigos en Bolivia, Venezuela, y en menor medida Uruguay y lo que queda del ALBA. Y según se dice, ahora también México llega a la izquierda, con mucho peso económico aunque con dificultades internas que no le permitirán mucha acción en el exterior... de forma directa. Del Atlántico al Pacífico, trenes y demás: Hoy en día la lucha por los mercados es feroz, y el mercado más grande de todos, y de mayor crecimiento, es el del sudeste asiático. Latinoamérica lo sabe, pero su infraestructura fue originalmente creada para abastecer a Europa, y luego a EU; las rutas del atlántico eran las privilegiadas. Hoy en día se intenta hacer el cambio, con apoyo de la propia región y de China. Pero son proyectos sumamente costosos, que influyen un poco en la geopolítica regional (no le hace la menor gracia a la hegemonía occidental), y tienen tiempos de planeación grandes, complicaciones extraordinarias incluso en el aspecto ecológico y cultural. UNASUR, tomando de varios estudios hechos con anterioridad, sobre todo de la IIRSA, auspició y mercadeó varios de esos proyectos, algunos de los cuales se han ejecutado, incluyendo la carretera bioceánica que va desde el sudeste brasileño al centro peruano. Pero para la gran escala que requieren las exportaciones de materias primas, de minerales, productos agrícolas, e incluso los productos de industrialización media tanto chinos como brasileños, una carretera es insuficiente y tenían su mira en un tren de carga moderno y de alta velocidad. Tampoco es una idea nueva, eso lo viene pensando mucha gente desde el siglo pasado; es solo que ahora la exigencia de los mercados y nuevas tecnologías lo hace más económicamente factible. UNASUR lo auspició, pero el costo y las dificultades mayores, junto a la caída económica de suramérica ralentizaron todo. ¡Y tal vez fue lo mejor! La ruta directa desde Brasil a Perú parecía económicamente prohibitiva, aparte de que Perú no tenía demasiado interés en un flujo de carga que no podría aprovechar al corto plazo, ni le interesaba la integración económica y cultural de la región, a fe de puro conservadores. Pero Bolivia, mucho más activo geopolíticamente que Perú, vio muchas ganancias en el tren, que lo enlazaría a ambas costas oceánicas con posibilidad de carga grandes, cosa sumamente beneficiosa para un país sin costas; aparte de romper con su dependencia del puerto chileno de Arica, y servir como centro regulador del comercio desde Asia hasta el sudeste suramericano y viceversa, lo que aumenta su importancia estratégica. Pero nadie le regalaría nada: tuvo que hacer los estudios de factibilidad mayores, revisar varias veces los conflictos ambientales potenciales, y finalmente buscar la financiación necesaria en el extranjero; y no solo para Bolivia, sino para todo el trayecto. Otro trabajo que llevó años fue el convencer y asegurar la participación de los países involucrados. En teoría, el proyecto era de UNASUR y aceptado por todos; en la práctica, cada quien quería sacar su tajada. Finalmente el proyecto está listo y va a ejecutarse; pasará por Brasil, Bolivia y Perú. Sin embargo, con el cambio de gobierno en Brasil llegó al poder un fascista que al menos en la campaña, afirmó muchas veces que pondrá la ideología por encima de razones técnicas o económicas (una vez dijo lo opuesto, pero es que dice lo que quiera sin pensarlo mucho). Aun no asume el cargo, pero desde ya ha sugerido la posibilidad de dejar de lado el proyecto del tren y cambiarlo por otro similar que en vez de ir a Bolivia y Perú, pasaría por Argentina, Paraguay y Chile. Habló con el presidente de Chile sobre el tema. El Tablero de Cronos afirma que Bolsonaro se engaña a sí mismo, y Piñera solo trata de embromar a Bolivia lo más posible. La oligarquía de Sao Paulo quiere el tren, y cambiar de proyecto ahora es retrasarlo más de una década. Los estudios de factibilidad empezarían de cero, la ruta de un tren por ese hipotético trazado es mucho más larga y costosa, y la financiación sería mucho más difícil de conseguir, porque los inversores no quieren arriesgar tantísimo dinero en un proyecto únicamente sustentado por las ideas políticas de un hombre, sin tener en cuenta su efectividad económica. La derecha regional por supuesto mercadearía la nueva ruta, que traducido significa que hará lo posible porque no se haga nada. Ahora, ¿cuanto tiempo tardará Bolsonaro en darse cuenta que el tren por Bolivia es un hecho y le conviene? Este autor cree que se lo harán ver pronto. Entonces dirá que lo de Chile serán carreteras y se harán los estudios (o sea que las carreteras quedarán para quien sabe cuando), pero que harán su parte del tren que ya está listo para empezar y tiene muchos tramos que solo deben actualizar. Por tanto, el tren irá por Bolivia y Perú. Siempre y cuando se actúe con lógica. Aun no sabemos que tanto razone el fascista Bolsonaro. Ya se verá. México, consultas populares y el gobierno sin florero:
Aparentemente eso cambiará con el nuevo presidente López Obrador. Es cierto que él dijo que se enfocaría en la política interna (y hace bien, que México está reventado socialmente), pero ya con el solo hecho de cambiar sus objetivos socioeconómicos, de cambiar su tendencia política, ya afecta la geopolítica regional: no en balde son 123 millones de habitantes y están en el puesto 11 mundial en cuanto al PIB. Pero de hecho, aun no asume como presidente. Los que han asumido son los congresistas de su partido, y han estado moviéndose de forma tal, que el futuro presidente ya es el centro de las decisiones en México, y el centro de los ataques políticos y económicos también.
El país tenía una inversión enorme en proceso, un nuevo aeropuerto que costaría tanto como el tren bioceánico en américa del sur. Para ello secaron parte de un lago y planeaban secar otro... pero el asunto es que el presidente electo (al que llaman por su abreviatura Amlo) se le ocurrió preguntarle al pueblo si prefería el aeropuerto nuevo, enorme, moderno y de vanguardia, o un lago. Y la población se decantó por el lago. ¡No hay cosa que más odie la oligarquía y el poder financiero que la democracia interfiriendo en su bolsillo! Quien lo dude, que vea lo que pasó con Grecia después de su referendo. Pero Amlo a perseverado y jura que no hará ese aeropuerto. En el video anexado ahí arribita sale justamente hablando de las críticas recibidas, y en el minuto y medio final dice lo más interesante: no será florero de la oligarquía mexicana, no estará de adorno en la presidencia. A su lado un libro con el título "¿Quién manda aquí?"... "Pero Tablero, ¿realmente un aeropuerto cancelado es geopolítica?" No. Pero... las repercusiones de ese negocio sí lo serán. Esa jugada aun no termina. Blackrock, tal vez el principal inversionista, es un fondo buitre, e irá por lo suyo. México no puede pagar por un aeropuerto que no se hará, solo pagaría por el trabajo realizado, pero es casi seguro que será demandado. Tal demanda podría convertirse en una piedra tan grande como lo fue para Argentina sus problemas con los buitres; y entonces la relación con el gobierno estadounidense, con Trump, cobraría importancia. China ya dejó caer que no les molestaría invertir en aeropuertos mexicanos, y que ellos los hacen más rápido, baratos y mejores. Aparte de que no es el único proyecto que revisarán. La privatización de parte de su industria petrolera está en la mira, y eso es de mucha mayor importancia estratégica que el aeropuerto. En vistas a eso, los grandes capitales empezarán a mercadear el aeropuerto como un símbolo del abuso y supuesto mal manejo económico del nuevo presidente y su gobierno. Un ataque propagandístico preventivo, a sabiendas de que para el tamaño de la economía mexicana, en realidad el valor del aeropuerto no es tan importante. Tales ataques, de producirse movimientos en el área petrolera, se harán virulentos, y México podría recurrir a financiamiento chino de formas más intensa que la actual (ya recibe mucha inversión china); o de Rusia, que en el campo petrolero son muy experimentados. Al igual que China, Rusia ya se manifestó en ese aspecto. Y diplomáticamente podría verse obligado a buscar apoyos externos, que no va a encontrar en la derecha regional... Ahora bien, ¿pueden Rusia y China sustituir el peso del Imperio en México? No. Pero pueden darle margen de maniobra, y eso ya es un gran avance para lo que han tenido en los últimos gobiernos. Por cierto, México también tiene un proyecto de tren. El "tren Maya", que aunque menos ambicioso que el bioceánico, tiene de interesante que también se le preguntará a la población por su pertinencia. Es previsible que este sistema de consultas sea ferozmente atacado por todos los intereses económicos que controlan México.
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Octubre 2020
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